En un año de celebraciones (aparte de superar la “treintena” como festival de teatro –el más antiguo de esta parte de Andalucía-, también sus gestores –la compañía “Ymedioteatro”- cumplían sus 10 primeros años de vida –azarosa, pero repleta de calidad y éxitos-), la “Muestra de Teatro de Torreperogil” se metía en el club de los ”treintañeros” con una programación en la que la calidad, experimentación, ironía y fuerza dramática han marcado el bloque de las propuestas presenciadas por un público multitudinario que, en varias sesiones, ha cubierto el aforo del Centro Cultural “Alfonso Fernández Torres” (único espacio escénico –ya liliputiense visto lo visto- con el que cuenta la villa de Gil de Zático).

     Son ya 31 años de trabajo del desarrollo de una idea motriz que surgió en un momento, sin duda, diferente del que ahora vivimos, pero que se ha ido construyendo por medio de complicidades y acciones diversas: la siempre implicación entusiasta del Ayuntamiento, la no menos viva respuesta del público y, por supuesto también (y con qué dedicación), la pasión puesta por los distintos equipos de dirección de este evento que, si no ha dado a Torreperogil el título de “ciudad del teatro” (que han acuñado otros lugares con mayor presupuesto, dado su lustre turístico), sí que es de rigor nominar a este rincón de La Loma como “villa del teatro comprometido”.

     Con el paso del tiempo, también se ha podido comprobar que ha habido un asentamiento de espectadores que siguen la Muestra con verdadero interés. Desde hace varias ediciones la asistencia global (en torno a las 1500 personas), es un síntoma más de estabilidad en la propuesta.

     Como cada otoño, la variedad de estilos, de modos de entender la puesta en escena, las diferentes formas de producción, y espectáculos para todas las edades, han hecho acto de presencia en la oferta. Así, hemos asistido a reflexiones históricas (o mitológicas, en este caso), transgresiones poéticas, acercamientos a nuestras realidades sociales más cercanas o a formas abiertas para entender los nuevos caminos de la dramaturgia. Todo tiene cabida en esta Muestra -que nacía allá por 1986 con espíritu alternativo e independiente-, si el proyecto está realizado desde el compromiso con la mirada a una escena actual. Y nos satisface enormemente comprobar que, todavía hoy (cuando la cita empieza a vivir con la fuerza de sus 31 ediciones), el festival sigue siendo un lugar de encuentro donde comparten escenario y tiempo para pensar, compañías jóvenes que siguen empeñadas en conseguir que la cultura sea parte de nuestra vida, ayudando con ello a la convivencia, a la tolerancia y a la democracia.